Educando para los trabajos del futuro

Educando para los trabajos del Futuro

La reciente celebración del Mobile World Congress en Barcelona puso a nuestra nación en el epicentro del mapa de la innovación tecnológica mundial. Coincidiendo con el final de este evento, tuvo lugar en Ifema la semana de la educación, cuyo objetivo este año estaba muy claro ya desde el propio slogan: «Construyendo la educación del futuro». Un evento de gran relevancia, que no obstante no obtuvo la misma atención mediática que la cita internacional de la ciudad condal. Y sin embargo, la necesidad de empezar a concebir otro tipo de educación es acuciante, dado que cada vez es más obvio que nuestros jóvenes no están preparándose para las profesiones del futuro.

Como especialista en transferencia tecnológica, tengo el privilegio de poder tratar con algunas de las empresas más innovadoras del mundo, compañías que marcan la hoja de ruta del avance de la sociedad, incluyendo prototipos de productos y servicios que, en un futuro no muy lejano, sentarán la base de la mayoría de las profesiones.

No obstante, no es necesario vislumbrar el futuro para darse cuenta de que algo falla, ya que el gap entre la educación que se imparte actualmente y las necesidades que requieren las empresas modernas se hace evidente echando un ojo a las últimas cifras de desempleo juvenil. Así, el paro entre jóvenes de nuestra nación supera el 42% frente al 12,4% de Reino Unido, el 9,2% de Australia o el 8,4% de Noruega. Y si esta situación parece mala, aún puede empeorar: según un estudio de la Universidad de Oxford («The future of employment»), más de la mitad de la población en Occidente podría perder su trabajo en un futuro por la implantación masiva de robótica e Inteligencia Artificial.

A la hora de buscar las causas de esta tasa altísima de desempleo juvenil, por supuesto hay que valorar diversas y complejas variables, pero no podemos sacar de la ecuación al sistema educativo actual, el cual se centra en el aprendizaje estandarizado y ceñido a un modelo anticuado con respecto al mercado, en lugar de un sistema basado en la experiencia y la curiosidad personal que busca potenciar la parte creativa, innovadora e imprevisible de la mente. Los trabajos, las empresas y los conocimientos que se le piden al trabajador están cambiando; por tanto, la educación ha de cambiar a la misma velocidad.

En mi opinión, la educación ideal para el futuro debería ser flexible, construyendo unos planes de estudios dinámicos y que potencien las habilidades consideradas como aptitudes transversales. Hemos de insistir en la necesidad de desarrollar habilidades sociales y emocionales, la creatividad y la curiosidad, la educación en emprendimiento y el aprendizaje a través de la experiencia directa. En lugar de exponer al alumno a una tanda interminable de datos que ha de repetir posteriormente en un test cerrado y estandarizado, se le ha de proponer que encuentre una solución creativa a un problema haciendo uso de la base teórica proporcionada, bajo la tutoría del maestro.

Estas capacidades únicas del ser humano (la empatía, la inteligencia emocional, la habilidad de trabajar en equipo, el pensamiento lateral) son conocidas como soft skills, y mucho tiempo tendrá que pasar antes de que ningún robot pueda imitarlas.

Algunos países como Singapur, Corea del Sur, Austria o Taiwán ya cuentan con modelos educativos que acentúan estas habilidades, utilizando el método que se ha dado en llamar STEM, acrónimo de Science, Tecnology, Engineering and Mathematics (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). Éstas son las asignaturas que han sido consideradas prioritarias de manera oficial por sus respectivos gobiernos para la educación de sus jóvenes, de cara a su incorporación inmediata al mundo laboral. No es casualidad que estos países tengan un índice de paro juvenil notablemente más bajo que la media de la EU y US.

¿Quiere decir esto que debemos dejar de lado las carreras de letras o relacionadas con el arte? Ni mucho menos. Las letras y las artes ayudan a desarrollar la parte más creativa del ser humano, aquella que muy difícilmente podrá ser imitada por una inteligencia artificial. Los británicos, mucho antes de que los planes de estudios STEM estuvieran de moda en Asia, ya se habían dado cuenta de esto, y así lo reflejaron en su última Ley de Reforma Educativa, que data de 1988, y establecía unos contenidos que mezclaban de manera muy hábil las materias de carácter técnico con otras destinadas a desarrollar la creatividad. Estos contenidos se actualizan de forma periódica para adaptarlos a la evolución de la tecnología y de los mercados, pero su estructura sigue siendo en esencia la misma que en el 88, lo cual es una buena muestra de la eficacia de esta Ley y la voluntad de acuerdo de sus políticos.

Y hablo de ello como testigo de primera mano: como alumno escolar en Gran Bretaña, recuerdo la importancia que se le daban a las matemáticas y la ciencia (asignaturas obligatorias comunes a todos los cursos), pero también a materias como el teatro, el arte, o la música. Todo ello aderezado de asignaturas transversales enfocadas a desarrollar las soft skills, y la preparación para la vida adulta.

Es necesario valorar la situación del sistema educativo actual, planteando modelos o sistemas más eficientes y adecuados no sólo a las necesidades que se presentan hoy en día, sino a las que están por venir. Por ello, la construcción de un modelo coherente de cara al futuro, que potencie los conocimientos necesarios para los nuevos trabajos, junto con las habilidades y aptitudes transversales únicas del ser humano, ha de ser una prioridad para la sociedad y el sistema.

Por: Manuel Fuertes, Presidente del Grupo Kiatt

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