Recientemente leíamos en prensa que un adolescente se suicidó porque se había enamorado del personaje de Juego de Tronos en versión digital, más en concreto. un robot conversacional de IA. Tras una charla entendió que la única forma de reunirse con ella era la muerte.
Detrás de estas noticias, subyace una compleja red de factores que no pueden reducirse a una única explicación. Debemos analizar la importancia de la salud mental y el rol y el uso de las nuevas tecnologías en la sociedad. Este triste suceso nos confronta con una realidad incómoda: hemos descuidado el bienestar emocional y el efecto que las innovaciones tecnológicas tienen.
La salud mental es un componente esencial de la dignidad humana y debe existir un equilibrio entre lo físico, lo espiritual y lo psicológico. Sin embargo, la próxima epidemia que nos está azotando y azotará en los próximos años será la de la salud mental.
Si miramos la fotografía a nivel mundial, una de cada ocho personas sufre una enfermedad mental según la OMS y, en 2030, los trastornos mentales representaran más de la mitad de la carga económica mundial debida a las enfermedades no transmisibles.
Al analizar las cifras de nuestro país proporcionadas por el Ministerio de Sanidad, el 37% de la población padece algún problema de salud mental. Los más frecuentes: trastornos de ansiedad, depresivos y del sueño. Y no solo los adultos se ven afectados por este tipo de problemas. Los ingresos psiquiátricos hospitalarios de personas menores de 20 años han aumentado en los últimos años casi un 40%. Escalofriante, ¿verdad?
El mal uso de la tecnología y los cambios sociales
Los expertos coinciden en los detonantes de la salud mental, especialmente en adolescentes: acceso a internet sin control, a servicios digitales gobernados por un algoritmo adictivo y la facilidad de conexión con los móviles.La tecnología, en particular, juega un papel ambivalente.
Es una herramienta poderosa, capaz de conectar al mundo y democratizar el acceso a la información. Pero, las redes sociales, concebidas para conectarnos, han dado lugar al acoso, la propagación de fake news, la polarización de la opinión…
En 2017 Gartner pronosticaba que a finales de 2022 los usuarios consumirían más noticias falsas que verdaderas en Occidente. Se cumplió: un 71% de los españoles consume noticias falsas en 2024, según Statista.
Es decir, que casi un tercio de la población de nuestro país está expuesto a noticias falsas y bulos, que suponen un ataque directo a los sistemas democráticos. Merece la pena reflexionar sobre qué contenidos consumimos y su fuente. Obviamente, la responsabilidad no recae en las herramientas, sino el uso que hacemos de ellas, en los valores que estamos enseñando a los jóvenes, que se han acostumbrado al individualismo y a la validación superficial.
No obstante, para abordar realmente este problema no solo será necesario visibilizarlo, aumentar el conocimiento y la conciencia pública sobre este tema. También se necesitará el poder transformador del capital privado, de la investigación en ciencia y tecnología que realmente ayuden a las personas, reduzcan su sufrimiento y permitan mejorar su estado de salud mental.
El desarrollo de la tecnología es inherente al desarrollo humano, pero no podemos permitir que la innovación deje a un lado las necesidades emocionales de nuestra sociedad. Es el momento de parar, reflexionar y ser conscientes de que debemos utilizar la tecnología para construir un futuro más humano.
Los avances tecnológicos conllevan nuevos desafíos éticos y es necesario un profundo debate en el que se apueste por una humanización del cambio. Solo así podremos garantizar que Internet y las nuevas tecnologías sean una herramienta para el bien común y un espacio que defienda los derechos y la dignidad de las personas.
***Manuel Fuertes es CEO de Kiatt.
