El crecimiento, el mantenimiento del empleo, la productividad y la competitividad empresarial pasan inevitablemente por la innovación. En este nuevo contexto, la capacidad de las instituciones y de las empresas para invertir en investigación y desarrollo es determinante para el futuro competitivo de las regiones europeas. El desarrollo de las capacidades en materia de ciencia, tecnología e innovación (CTI) de las empresas y los empresarios debería ser un foco de atención para aquellos que dirigen nuestro país. Políticas encaminadas al desarrollo de capacidades en materia de ciencia, tecnología e innovación a nivel de empresa, con miras a promover la creación de empresas más innovadoras y con mayores capacidades tecnológicas y, en última instancia, incrementar la productividad en todos los sectores de la economía.
La crisis en ciernes está sacando a relucir la importancia de la innovación para la sostenibilidad de las empresas y de la sociedad. Debemos cambiar el enfoque del crecimiento de nuestro tejido empresarial, en sectores tradicionales, creando ecosistemas de innovación que permitan desarrollar y adoptar nuevas tecnologías. Según Manuel Fuertes, CEO Global de KIATT), en España hay muy buena investigación, pero se falla a la hora de convertir esas investigaciones en productos y empresas. “La ciencia no puede quedarse en un cajón, no es una inversión desinteresada. La ciencia debe contribuir a mejorar la vida de los ciudadanos, al mismo tiempo que se genera un impacto económico para toda la comunidad, incluyendo las propias administraciones públicas que han permitido la investigación básica”.
KIATT lleva 20 años poniendo en marcha compañías con el objetivo de transformar ciencia y tecnología en soluciones y empresas rentables, adelantándose a las tendencias de los sectores que se desarrollarán con más fuerza. “Siendo conscientes de que el modelo productivo tiene que evolucionar, hemos apostado por empresas que basan su negocio en diversas ramas de la investigación científica y tecnológica, y que tienen una gran versatilidad para responder a retos globales”, afirma Fuertes. “Por ejemplo, ahora mismo tenemos 3 proyectos activos muy distintos entre sí, pero que presentan soluciones para la crisis de la COVID19: en Biomedicina, contamos con Laboratorios Necenti. La empresa fue creada hace un par de años, pero recientemente gracias a su plataforma Necenti-Cov19™ ha demostrado ser capaz de adelantarse a la COVID19, pudiendo determinar el riesgo de contagio y la gravedad de los efectos que el virus tendrá sobre el organismo de cada persona, todo ello ANTES de que se produzca el contagio. También tenemos a Benvira, una spin-off de Imperial College de Londres, especializada en inteligencia artificial de algoritmos predictivos y de análisis de big data cuya tecnología analiza y ofrece predicciones a partir de datos recogidos tanto de superficies orgánicas como inorgánicas, es decir, tanto de máquinas como de organismos vivos. Por último, en materia de nanotecnología, nuestra empresa singapurense Nanoveu ha desarrollado unos protectores de pantalla nanoimpresos capaces de matar cualquier tipo de coronavirus (incluida la COVID19, así como el SARS o el MERS) que entre en contacto con esa superficie”, finaliza Manuel Fuertes.
La ciencia no puede quedarse en un cajón, no es una inversión desinteresada. La ciencia debe contribuir a mejorar la vida de los ciudadanos, al mismo tiempo que se genera un impacto económico para toda la comunidad
Singapur: ecosistema de referencia para la innovación
Precisamente Singapur, de donde proviene la mencionada Nanoveu, es un ejemplo de apuesta por la innovación. Pequeña nación surasiática con apenas 700 km² (poco más que la superficie de Madrid capital) y casi 7 millones de habitantes, es el cuarto centro financiero más importante del mundo. Y es que, durante los últimos 20 años, Singapur ha pasado de ser un país basado en la pesca y la manufactura de poco valor añadido, a ser un líder mundial en materias como biotecnología, nanotecnología o Smart Cities. La explicación de esta metamorfosis: la implantación de planes gubernamentales que apuestan de forma estratégica por la educación, la innovación y el emprendimiento de base científica y tecnológica.
Una buena muestra de este compromiso son los planes quinquenales de inversión en I+D, los cuales alcanzaron un máximo histórico de 19.000 millones de dólares singapurenses (11.970 millones de euros, aproximadamente) en 2016, lo que supone destinar un 2.2% del PIB anual de la nación a estas actividades. Estos recursos han aportado un mayor valor añadido en sistemas de producción avanzada e ingeniería, salud y ciencias biomédicas, servicios y economía digital y soluciones urbanas sostenibles. Así mismo, han servido para fundar dos de los parques científicos más ambiciosos y respetados a nivel internacional: Biopolis y Fusionopolis, verdaderas ciudades de la ciencia, la ingeniería y la innovación, donde se alojan no sólo laboratorios de última generación para diversas disciplinas, sino también las sedes de algunas de las empresas farmacéuticas e ingenieras más importantes del mundo, tales como Novartis o GlaxoSmithKline.